El obispo de Orizaba destacó el crecimiento de la fe en las comunidades durante el Año Jubilar
Orizaba, Ver.— En el marco del Año Jubilar por los 25 años de la Diócesis de Orizaba, el obispo Monseñor Francisco Eduardo Cervantes Merino destacó que la Iglesia, es santa, católica y apostólica, concretamente en la Iglesia es decir, en la diócesis local, donde el Pueblo de Dios camina unido en la fe.
Durante la entrevista el obispo subrayó que la celebración jubilar no es la causa del crecimiento de la fe en las zonas serranas, sino una oportunidad para agradecer a Dios por la vida y el compromiso de las comunidades.
“La fe va creciendo por sí misma —afirmó—, el acontecimiento jubilar nos permite reconocer la presencia de Dios, pedirle su luz y su guía para seguir adelante frente a los desafíos actuales”.
Monseñor expresó que en este tiempo especial ha permitido a la diócesis redescubrir su identidad y fortalecer la comunión y participación entre sus diversos sectores.
“Lo que vemos en las celebraciones no es algo nuevo, sino lo que ya se vive cotidianamente en nuestras comunidades, y que ahora se expresa de forma unida y visible”, señaló.
El obispo identificó como reto permanente de la diócesis la evangelización, especialmente en un territorio diverso conformado por tres ambientes característicos: el indígena, el rural de montaña y el urbano.
Añadió que cada uno con su riqueza y desafíos particulares, donde la Iglesia busca anunciar a Jesucristo respetando la identidad y cultura de los pueblos, pero siempre promoviendo la unidad en el Espíritu.
Asimismo, reconoció el papel vital de los catequistas, mayordomos y encargados de comunidades, quienes animan la vida eclesial y sostienen el proceso evangelizador desde sus realidades locales. “Ellos no sólo organizan fiestas religiosas, sino que están profundamente implicados en la catequesis, la liturgia y el testimonio de caridad”, afirmó.
Finalmente, Cervantes Merino hizo un llamado a continuar cultivando la fe desde lo cotidiano, y a que los fieles se conviertan en sujetos de su propio desarrollo, no desde la dependencia, sino desde una vivencia cristiana madura y comprometida.
